Barcenillas es el pueblo de las casonas. Enclavado en la falda de una ladera, junto al río Saja, su imagen actual responde con precisión al topónimo bárcena o lugar fértil próximo al río con que se relaciona su origen, seguramente cuando la población abandona los lugares altos para afincarse en el valle, buscando los mejores espacios para una economía agropastoril que desecha el nomadismo y se sedentariza.
Su origen, al igual que la mayoría de los núcleos del entorno, se relaciona con la existencia del camino que atravesaba el valle para buscar la salida hacia tierras castellanas: la Ruta de los Foramontanos, que andando el tiempo, allá por el siglo XVI, pasará a denominarse Camino Real. El paso por Barcenillas aún aparece marcado por la presencia de un pequeño santuco y por la conocida Venta de Barcenillas, parada y fonda de caminantes, en uno de cuyos muros se abre un arco gótico apuntado de finales del siglo XV.
Pero la eclosión de barcenillas va a producirse, al igual que en muchos lugares del valle, durante los siglos XVII y XVIII, coincidiendo con la llegada de los capitales de América, que van a marcar la fisonomía del pueblo.
Es en estos años cuando se levantan las espléndidas casonas: la de Cantero, con su escudo nobiliar, magníficamente conservada; las de la Plaza del Cantón, donde destaca la de Velarde, blasonada y con la solana cerrada por un entramado de madera y ladrillo; la que se encuentra en el camino de subida a Lamiña, que es una de las pocas existentes en Cantabria con cinco arcos en el soportal; aquella otra junto a la Capilla del Corazón de Jesús, o la de Calderón, caracterizada por su extremo barroquismo.
Barcenillas conserva además un caserío tradicional, con pequeñas hileras de casas con solana, algunas de poca altura, que van formando calles y barrios, como el del Cantero. La mayor parte conservan su pequeño huerto y su corral, en uno de los lados o frente a la casa, lo que contribuye a darle a Barcenillas ese aire campesino y a la vez señorial que lo distingue. Excepcional mirador sobre el pueblo es la Iglesia de San Sebastián, situada en un modesto altozano que domina pueblo y terrazgo.